
Estamos viviendo un momento crucial en la historia de la humanidad. No sé sí todo lo que se publica acerca del desastre global inminente, desertización, escasez de agua, de petróleo, de alimentos, de esperanza en definitiva, es cierto. Puede ser un engaño más de los factores económicos decisivos en nuestro desarrollo, buscando estrategias nuevas de mercado y posibilidades más extensas y ricas que inciten a un consumo masivo de diferente etiqueta. No obstante, la duda ya es interesante. Los nuevos productos llamados biológicos, que mejoran el medioambiente, pueden no serlo. Nos encontramos con comentarios encontrados, los que opinan que es necesario y vital para nuestra supervivencia y los que opinan que los nuevos métodos y productos son igual de inviables y en algunos casos, más perjudiciales. Lo que sí es cierto es que vivimos unos cambios ambientales que nunca hasta ahora se habían notado tanto. Las eternas primaveras, sin cambios de temperatura importantes, la falta de lluvia o en su defecto el exceso torrencial, los problemas que se derivan de ello son palpables. Nuestra salud sí se ve afectada por estos trastornos, la aparición de alergias incontroladas, el regreso de enfermedades vencidas, surgimiento de otras nuevas de difícil tratamiento. Quizás todo se deba a un exceso de la población mundial. La ubicación artificial del hombre sobre el planeta, fuera de los lugares adecuados para un correcto desarrollo, es uno de los problemas que agravan nuestra existencia. Otro problema que se añade es la necesaria extracción de minerales, del tipo que sean, para poder abastecer la demanda existente. Petróleo, cobre, oro, mercurio, coltán, diamantes, uranio…todos son necesarios para seguir con nuestra vida de una forma normal. El preciso abono de las tierras de labranza y la eliminación sistemática de elementos que puedan perjudicarlas, también contribuyen a transformar negativamente la tierra y sus aguas. La química, generalizando, es una de las culpables. Pero no sólo de contaminar los recursos sino también de contaminar nuestro propio cuerpo, contaminarlo y alargarlo hasta consecuencias no deseables. Antibióticos, hormonas, estimulantes, sedantes, un largo etcétera de sustancias que manipulan nuestro ser contundentemente y que nos transforman haciéndonos cada día más dependientes y menos inmunes a los elementos externos que conviven con nosotros, desde el inicio de los tiempos. Si analizamos desde arriba nuestro proceso evolutivo, podremos comprobar que ha sido una carrera hacía la dependencia. Dependemos de todo para poder sobrevivir. No somos nada ni nadie sin depender de algo. Cuando debería ser al contrario, participar y compartir sólo por que queremos, no por que lo necesitamos. Hablar, sin embargo, de todo esto, resulta familiar. En este nuevo milenio las nuevas corrientes de pensamiento y las pseudo religiones se hacen eco de todas estas premisas. Pero también existen otras religiones que aún siendo milenarias siguen con un mensaje vivo y muy acertado, lo que indica que durante muchos siglos el hombre no ha superado los problemas atávicos que le han perseguido desde siempre. Es necesario realizar varias reflexiones para poder mejorar nuestro entorno y a nosotros mismos. Reflexiones que más tarde deberán tomar forma y ejecutarse. Mi opinión al respecto es que las soluciones que encontremos, no deben cambiar nuestra vida 180 grados, debemos realizar los cambios desde dentro de la sociedad, a nivel global, de poco servirá que nos transformemos sólo nosotros, el problema seguiría existiendo, ser críticos con lo que resulta perjudicial es vital y sobre todo participar activamente en las manifestaciones, sean tanto de repulsa como de alegría. Pese a que hay muchas cosas que no son adecuadas, hay otras tantas que sí lo son y que debemos reafirmar con la misma intensidad.